Historia de un enebro. 1ª parte
Este es un enebro autóctono, y ¡ qué pocos de estos hemos visto en bonsái!.
Se trata de un Juniperus communis subsp.hemisphaerica.
Es una subespecie de montaña, de aguja mas corta que el communis y mas larga que la de la subespecie alpina.
Habita en suelos pedregosos, característica esta que explica la dificultad para trasplantar estos árboles de la naturaleza. El enebro tiene fama de ser un yamadori difícil de obtener, y está más que justificada.
Afortunadamente nos encontramos con un superviviente y con un dueño paciente.
Esta vez Fernando me confía su pieza favorita, consciente de que ha llegado el momento en que puede modelarse.
Me cuenta que lleva 14 años con él, que lo encontró en la montaña a mucha altura y que conociendo su valor y la dificultad que entrañaba el bajarlo con raíces y con vida, no lo desenterró y trasplantó hasta pasados 12 años. Pero en estos doce años, Fernando no lo abandonó, lo tuvo bien “recuperado” en su cabeza. Iba y venía a la montaña, al remoto lugar donde habitaba desde hacía muchísimos años, a cientos de kilómetros de su hogar, todos los años, para abonarlo, para añadirle tierra vegetal, para fortalecerlo y prepararlo para el viaje, y de paso lo escondía entre las rocas con la escasa vegetación que allí había, para que no asomase su bonito tronco y que no llamara la atención sobre el resto de los enebros.
Cuando lo conoció estaba débil. Hace 2 años lo extrajo y plantó en la caja de porexpán que vemos en la foto.
Ahora lo ha traido a Irun bonsái y doy fe de su fortaleza. Retiramos las hierbas y la akadama superficial, afloran las raices absorbentes por toda la superficie, el follaje es abundante y tiene buen color.
La espera mereció la pena.
John Naka reconoció en su día el valor de este ejemplar cuando Fernando le enseño una foto suya.
Aquí vemos el árbol tal como está plantado con su perfil derecho, frente, perfil izquierdo y vista trasera respectivamente.
Aprender de este árbol, significa reconocer sus valores y sus defectos sin ninguna ostentación.
Desde su actual frente, el tronco se nos muestra con un comienzo de shari muy bueno porque tiene mucho movimiento gracias a las dos venas vivas que arrancan desde la bonita base ascendiendo por este frente, se ven los jin a la derecha y tiene dos volúmenes importantes, ápice y rama de mucho carácter.
detalle del punto de unión de los dos volúmenes.
Es precisamente esta rama la que nos puede desconcertar si pensamos con una mentalidad “académica”. Describe unas curvas poco apropiadas y tiene el verde alejado de la base y además es muy gruesa y larga.
Pero es ésta la que da carácter al árbol y lo hace original y con personalidad, y sin ella el ejemplar no valdría gran cosa.
La base sin restaurar. Eliminaremos la corteza muerta y vaciaremos la madera podrida ahuecando el tronco. Haremos jin con esa rama seca de la base.
Detalles antes del trabajo de leña seca.
Rascaremos la corteza seca, descubriendo las venas vivas en todo su recorrido.
LIMPIEZA DEL TRONCO, DESCUBRIENDO EL SHARI:
Primero descortezamos la parte seca que llega hasta el codo que forma la rama principal.
Es importante asegurarse de que realmente estamos descortezando la parte seca, para dejar las venas vivas. Rascando la corteza con la uña se muestra rojiza en las partes vivas.
Uso un taladro con un cepillo de alambre para el desbaste. La textura queda mejor si humedecemos la madera con un pulverizador.
Para descortezar uso una navaja de injertos, para ahuecar la madera podrida una gubia.
Utilizando fresas y lijas, Fernando da los últimos retoques.
Utiliza su dremer con maestria y limpia eliminando la corteza de los rincones mas inaccesibles como un mecánico tallando un diente.
Girando ligeramente la caja en sentido antihorario e inclinando un poco el árbol hacia nosotros, la rama se ve mejor y nos da profundidad visual al venir hacia nosotros, además la base se ve más ancha.
En la imagen de la izquierda, vemos la rama principal tal cual es, describe un dibujo en forma de ocho, muy plano y pesado. Para corregir esto, voy a compactarla, subiendo el codo y tirando de el hacia atrás, así tendrá profundidad.
El ápice ha de bajar, así como esa segunda rama que acompaña y refuerza el movimiento de la primera, para eliminar esas curvas tan largas y feas.
Haremos un árbol compacto con un fuerte movimiento hacia la izquierda.
Rafia y alambre para reforzar el doblado del ápice y rama. En esta formación (no clásica), esta segunda rama va a ser tan importante como la principal, reforzándola y dando volumen frontal ya que la primera queda un poco hacia atrás.
Detalles de la poda.
Compactando la copa,
Un tensor, nos permite subir ese codo que forma la curva de la primera rama. Así no vemos ese dibujo tan feo desde el frente.
La cuña de madera, separa este bucle del tronco, dando más profundidad a la composición.
Hemos bajado el ápice con ese otro tensor que parte de la base del tronco.
Compactamos poco a poco hasta que un claro crujido nos obliga a parar, afortunadamente la madera está bien sujeta por la rafia.
Estas imágenes nos muestran el proceso de poda y alambrado.
Detalles del alambrado,
Alambramos también las ramitas secundarias y terciarias.
Visto desde arriba.
Estas son las 4 vistas del árbol. Sin duda que ha de mejorar mucho en los próximos años, sobretodo en ese ápice que ha de ser más compacto y ramificado.
Modelado, texto y fotos: Javier Lumbreras Muiño.
Propietario del árbol y colaborador: Fernando Serrano